Disfrutaba con el riesgo. En los deportes y en las misiones. Germán Pérez Burgos (Alange, Badajoz, 1973), casado, un hijo de 22 meses, se sintió feliz con su envío a Afganistán. Y así seguía hace tres o cuatro días, cuando conversó por última vez con su esposa, Esperanza. "Deseaba volver por ver a su hijo, pero al mismo tiempo estaba contento, feliz de estar allí, porque era un soldado vocacional", detalló ayer su suegro, Fernando Yruela Rojas, a la entrada del edificio de Sevilla donde su hija recibía condolencias de todo tipo y asistencia psicológica prestada por el Ejército.
"Nunca tuvo un momento de lamento", remachó Yruela, que dibujó ante la prensa el retrato de un soldado "vocacional", amante del deporte y las actividades de aventura, como el submarinismo o la espeleología. "Era lo que se dice una máquina". Esa naturaleza explica que también disfrutase con las misiones peligrosas. Afganistán, de hecho, no fue su primer destino peliagudo, ya que en Bosnia había pasado cuatro meses. Sólo se le resistió la vida civil. Tras un paréntesis sin uniforme, se reincorporó al Ejército este año con el número uno de su promoción. Sus cenizas se distribuirán entre Badajoz, su tierra natal, y Sevilla.
martes, 25 de septiembre de 2007
Información publicada en ELPAIS.COM
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