Si antes en tierras de California el mexicano cultivaba sus tierras, ahora lo hace en el desierto de Tijuana, frente a una valla que le recuerda lo que ursurparon a la fuerza agentes de una institución recreada en los albores de la diferencia. Es precisamente así como se debería de recordar el período que vivimos actualmente. Si cada época se recuerda por su más notable rasgo, este largo período de gobierno mundial que ejerce Washington debería recordarse como los “felices años de la diferencia”.
Si en algo se empeña EEUU es en marcar las diferencias e imponer pautas a un mundo del cual ellos se aislan y al cual no escuchan. Violación de derecho humanos, de legislación internacional en materia de torturas, fronteras, detenciones ilegales, ayudas a gobiernos dictatoriales y un largo etcétera hacen de éste un mundo sin control. Si alguna vez se afanaron en dedicar su supremacía a la libertad ahora lo están haciendo al silencio. Un silencio que imponen al mundo con tan solo soltar un chorro de palurdas letras unidas entre sí por nexos imaginativos y dictatoriales en boca de un mono parlanchín que sacia así su fantasía de dominar el mundo.
Se afanan en recorrer medio planeta bombardeando regiones pobres y deficientes y llenándose la boca de libertad, esperanza, unión y democracia cuando al llegar a casa se ven dominados por una masa de latinos y negros que sacan adelante un país cojo de izquierdas. Y ahora van y se encierran a sí mismos de los pobres sureños y también aprovechan y se vigilan entre ellos e infundan un miedo esquizofrénico para frenar una lacra que ellos mismo inventaron, el terrorismo.
¿Hasta cuando va a durar esta sin razón en el mundo? ¿Cuando dejará EEUU de gobernar caprichosamente nuestra tierra y dejará hacerlo al organismo creado para ello? ¿Debería la ONU obligar a cumplir, como reza la prensa nacional del pasado viernes, los tratados en derechos humanos y libertades que violan día tras día un puñado de insolidarios estados, unidos por el pegamento del patriotismo y las grapas de la violencia? ¿hasta cuando?
El Gobierno español reforzó, frente a las oleadas de inmigrantes en Melilla y Ceuta, las vallas fronterizas de las dos ciudades autónomas del país. Tras ello los sin papeles marcharon Marruecos y salieron desde el Sahara, después de Mauritania y ahora desde Senegal... Esto ha demostrado al gobierno de Zapatero que el problema sigue ahí y se llama pobreza. Una pobreza que intenta ahora combatirla como debió de hacer antes de cerrar fronteras a exploradores de un mundo sin hambre, con su afamado “talante dialogante” y con ayudas y más presencia diplomática en el continente de la pobreza. Ojalá EEUU se enfrentara con tanta contundencia con este país invisible, el más grande de la tierra, en vez de entrar en guerra con gobiernos autoritarios como el suyo, que un día le dieron la espalda y se quedaron con su petróleo... ojalá entrara en guerra contra la pobreza y restablecieran ahí su paradójica “democracia” y “libertad”.
Es una vergüenza que cada día se levanten vallas y muros y se delimiten unas fronteras insolidarias que hacen reconstruir el mundo una y otra vez y romper los lazos que el mestizaje llevó hace miles de millones de años a expandir por el mundo el curioso engendro humano que somos. Especie de la cual podemos observar el ejemplar más antíguo del mundo en el zoológico mundial de la Casa Blanca. Un ejemplar que cambió su forma de vida por el simple hecho de pensar y que en el cual nos vemos reflejados. Pensar; y no como lo hace el simpático chimpancé bushiano, autóptono de regiones mestizas e interculturales, como lo es EEUU, que padece la enfermedad del conservadurismo interno y la violencia externa, cualidades ambas, muy apreciadas por los amantes del patriotismo, la escopeta, la bandera y la hamburguesa.
Antes no existieron muros y ahora los levantamos como cuchillos en punta y afilados para salvaguardar la integridad de un... ¿país?, ¿nación?, ¿forma de vida?... Es una absurda aberración aferrarse a un momento cuando la historia nos ha enseñado que el paso del mismo nos trae más prosperidad y progreso. El gran hermano que todo lo vigila observa ahora cautelosamente dentro de su casa; precisamente cuando se han dado cuenta que todo el servicio de protocolo y catering al que necesariamente se han acostumbrado son latinos y negros que un día decidirán, como ya lo hicieron ellos de forma violenta y despiadada, despojarse de sus cadenas y adueñarse de la tierra que han trabajado y en la que han derramado su sudor para conseguir eso que algunos llaman con total ambigüedad, la indignamente enterrada institución de la libertad.
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